Sostiene mi tío materno Isidoro Pereira que el origen de la voz
horchata procede
de un encuentro entre Jaime I el Conquistador y una muchacha valenciana, allá por
el año 1231. Al parecer, la joven dio a probar al rey un cuenco de leche
de chufa, y este, maravillado, exclamó: «
Açò no és
llet, açò és or, xata!». Y de ahí la
orxata,
y de ahí etcétera etcétera.
Mentira. Men-ti-ra. El relato, que ameniza una de cada tres meriendas familiares
en casa de mi abuela entre junio y octubre aproximadamente, es una más
de las etimologías apócrifas de mi tío, una de tantas
que, ayudada de los diccionarios, he tenido que refutar por mi cuenta y silenciosamente,
guardando el secreto para no quitarle la ilusión a mi hermana pequeña,
que tanto se divierte con esos cuentos sobre el origen de las palabras.
En efecto: Covarrubias no registra la voz
horchata, pero sí
hordiate, ‘bebida
que se hace con cebada cocida, para templar el calor del enfermo,
lat.
plisana’. Y explica la procedencia del término: ‘díjose
hordiate,
ab hordeo, que es cebada’. En
Autoridades sí aparece,
dos lugares por encima de la
hordiate, una
horchata que se
hace ‘de pepitas de melón y calabaza, con algunas almendras, todo
machacado y exprimido con agua, y sazonado con azúcar’. Y de nuevo
viene la aclaración: ‘díxose assí quasi hordeata,
porque las más veces se hace con agua de cebada’.
En 1803, siempre según el
DRAE, las pipas pueden ser de sandía;
en 1843, las almendras se colocan en primer lugar; en 1852 ya se aceptan otras
modalidades (‘también se hace solo de almendras, de chufas u otras
sustancias análogas’); en 1869, atención, tenemos incluso
horchaterías en el diccionario. Pero hasta 1992 no aparece la definición
que pone las cosas en el lugar que le concedemos hoy: ‘bebida hecha con
chufas u otros frutos, machacados, exprimidos y mezclados con agua y azúcar’.
O sea: primero las chufas, después los otros frutos.
Ahora bien: volvamos hacia atrás. Si buscamos
chufa en
Autoridades,
encontraremos dos acepciones. La primera —‘burla, mofa o escarnio’— viene
de muy lejos; un vistazo al
CORDE nos confirma que con esta intención
utiliza el sustantivo el Arcipreste de Hita, en el
Libro de buen amor:
Non creades que es libro neçio, de devaneo,
nin tengades por chufa algo que en él leo:
ca, segund buen dinero yaze en vil correo,
ansí en feo libro está saber non feo.
Autoridades incluye también el verbo
chufar; no así un
adjetivo,
chufador, que ya empleaba, entre otros, Alfonso X, y que
después usaría su sobrino, el infante don Juan Manuel, en el
Libro
de la caza. Tampoco se pierdan los
Judizios de las estrellas,
donde se asegura que ciertas (des)conjunciones de Venus y Saturno «fazen
el nacido seguidor de sus uoluntades; fornigador de suzios fornicios & de
feos; […] chufador; faze fornicios en sus parientas, & por enganno; aborrece
buenas cosas & buenos fechos; apartadizo; de mal fablar & de mal razonar»,
etcétera.
Pero a lo que vamos: la segunda acepción de
chufa en
Autoridades alude
a cierta ‘frutilla dulce, […] golosina de muchachos’, con la
que se hace ‘una bebida mui semejante a la orchata, mui sana y sabrosa’.
Mayans, en sus
Orígenes de la lengua española (1737),
refiere que dicha golosina, con su nombre (pero habla de la
chufa,
claro, no de la
horchata), vino de Valencia.
Ahora —ahora y solamente ahora, en el penúltimo párrafo
de este rinconete— se me ocurre entrar en la página electrónica
de la marca de horchata más conocida en España; una marca que
remite de manera inequívoca, claro, al citado fruto. Y resulta que allí leo
otra vez la leyenda sobre Jaime I y la joven valenciana; la misma que cuenta
mi tío, pero narrada con más cautela, sin tomársela tan
en serio. Y a continuación, una frase —«La horchata es una
bebida cuya esencia es la chufa»— acerca de la cual se podría
discutir mucho.
Y eso haremos mi tío y yo… en la
próxima merienda.
Irene Cuervo, en el
Rinconete del CVC (Centro Virtual Cervantes)